jueves, 18 de marzo de 2010

Miguel Delibes, castellano



…Al hombre, ciertamente, se le arrebata la pureza del aire y del agua, pero también se le amputa el lenguaje, y el paisaje en que transcurre su vida, lleno de referencias personales y de su comunidad, y es convertido en un paisaje impersonalizado e insignificante…”
 
Estas palabras, pronunciadas por Miguel Delibes en su ingreso en la Real Academia en 1975, sirven para expresar gran parte de la obra y pensamiento del escritor vallisoletano. Con la muerte del escritor, se nos va una parte importante de la literatura castellana. Delibes supo entender la realidad castellana como pocos,  y supo, a su vez, y de forma inmisericorde,  mostrar parte del alma del pueblo castellano. Muchos dirán que ha muerto un  español y nosotr@s  sabemos que no es cierto. Con Delibes muere un castellano que convirtió Castilla en palabras.

“…A Castilla se le ha ido desangrando, humillando, desarbolando poco a poco, paulatina, gradualmente, aunque a conciencia.  Se contaba de antemano con su pasividad, su desconexión, la capacidad de encaje de sus campesinos (…) de tal modo que la operación , aunque prolongada, resultó incruenta, silenciosa y perfecta…

Castilla para Delibes no es un sujeto pasivo. Castilla es un acto, una escena que queda vacía según transcurre la historia, y que queda a merced del desamparo, una impotencia que transmite a través de sus personajes que se encuentran con un mundo que perdura mientras el ser humano les obliga a seguir  “un camino torcido “. Castilla para Delibes es una realidad. De ahí que reconozcamos hoy al escritor como una referencia para nuestra lengua. No sólo por su empleo del idioma castellano sino porque fue capaz de entroncar el idioma con la tierra misma, hallar una conexión difusa para muchos otros escritores, una lengua que arranca de la raíz  y que nos lleva a lo más profundo de ella. En las palabras del señor Cayo (“El disputado voto del señor Cayo”, 1978) somos capaces de atisbar un mundo que muere- el mundo natural- y otro que intenta imponerse – el mundo artificial de la España de la transición. Es decir, la realidad 
de la defunción notarial de Castlla en torno a una realidad impuesta que impondrá el abandono como medida cautelar.

“…lo que en realidad hay en el campesino castellano es un trasfondo de desconfianza ante el extranjero, que si alguna vez llamó a su puerta nunca fue para darle nada…”

En este párrafo Miguel Delibes deja patente el alma castellana que él comprendió a la perfección.  La tierra, estrechamente ligada al individuo, se nos muestra árida como el carácter castellano, forjado a base de sequía y abandono. A pesar del pesimismo inicial de sus palabras el autor reconoce que: “…todo ello no le ha impedido conservar su decoro, su tradicional hidalguía, su nobleza, su dignidad, virtudes que le inducirán a compartir un vaso de vino con el primer forastero que llegue tan pronto barrunte que no viene a él de mala fe…”

Tan importante como la defensa de lo castellano es para Delibes la postura del oprimido.  Es cierto que la mayoría de sus personajes muestran la tiranía de lo conveniente antes que el derecho propio . Delibes habla de la resignación como realidad de la época pero también nos muestra evidentes atisbos de rebeldía. ¿Quién no recuerda a Paco Rabal ahorcando al señorito por haber matado a su “milana, milana bonita”? ¿Quién no es capaz de cuestionarse la inocencia rebelde frente a la tiranía?

“…Porque si la aventura del progreso, tal como hasta el día la hemos entendido, ha de traducirse inexorablemente en un aumento de la violencia y la incomunicación; de la autocracia y la desconfianza; de la injusticia y la prostitución de la Naturaleza; del sentimiento competitivo y del refinamiento de la tortura, de la explotación del hombre por el hombre y la exaltación del dinero, en ese caso, yo,  gritaría ahora mismo, con el protagonista de una canción americana “!Que paren la Tierra, quiero apearme!”

Este es el último párrafo del texto escrito por Delibes para su ingreso en la Real Academia de la Lengua en 1975. ( Recomendamos su lectura). Sus palabras de hace más de treinta años resuenan hoy en nuestros oídos de forma cercana, casi familiar. Delibes nunca reclinó el avance humano pero reconoció que lo verdaderamente progresista no puede separar al ser humano de la tierra que pisa, no puede deshumanizarlo hasta no llegar a reconocer la comunidad, de la que tod@s somos parte. Hoy, que el capitalismo se muestra como una fiera herida y dispuesta a devorarlo todo, es imprescindible recuperar el sentido de la persona, volver a nuestros orígenes y preguntarnos: “En qué hemos fallado?”  El futuro se cierne sobre nosotr@s con ansias de cambio.

El humanismo de Delibes recupera hoy parte de nuestra lucha, donde tod@s intentamos reconocernos como parte activa del mundo que nos ha tocado vivir un mundo tan vacio como lleno de cosas inútiles; un mundo donde los personajes de Delibes luchan por sobrevivir en una Castilla cansada de esperar. Y es nuestra tarea cambiar la realidad.

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