Los hay que pensarán que el fascismo es cosa del siglo pasado, cosa de aquellos viejos sistemas… lo cierto es que más antigua es la monarquía, un sistema medieval cuyo anacronismo aún sufrimos. Es más, sufrimos una monarquía impuesta por el fascismo que oprimió nuestra tierra. Y más que una monarquía, todo un aparato de Estado, de represión y opresión impuesto y que ningún joven castellano o castellana hemos podido decidir si lo queríamos o no.
Y así, vemos como el sistema mantiene la represión al más puro estilo fascista. Golpeando con dureza, con la política del castigo ejemplar, a toda aquella persona que se levante contra esta sin razón de sociedad depredadora y capitalista. Vemos como la monstruosa cara de Rubalcaba encabeza el ariete que no cesa en el intento de derribar las opciones políticas disidentes, especialmente las que más agudizan el conflicto con el sistema: las luchas revolucionarias de liberación nacional. Y así vemos como cientos de presos políticos se mantienen en sus cárceles, centros de exterminio; bajo condena ni más ni menos que por luchar por la defensa de su pueblo y territorio, por el socialismo, por el anarquismo, por la liberación de espacios, por luchar contra la barbarie neonazi, por defender los derechos sociales y luchar contra la opresión, por simplemente organizarse al margen del Estado o por simplemente ser solidario y no agachar la cabeza.
Vemos como todas las figuras públicas se tiñen de demócratas y tolerantes, pero luego no les tiembla la mano para firmar leyes intolerantes contra gentes venidas de fuera, como siembran la semilla del odio racial entre la sociedad.
Vemos como en nuestros pueblos y ciudades sigue habiendo presencia de grupúsculos que llevan a cabo un fascismo callejero. Intenta dar una imagen rebelde y alternativa al sistema. Pero lo cierto es que sirve al propio sistema para hacerle muchas veces el trabajo sucio, le sirve de perro de presa. Centra su mensaje –y en muchas ocasiones sus acciones violentas- en culpar de los problemas de la clase trabajadora nativa a la inmigración. De esta forma les usa como chivo expiatorio y desvía la atención hacia un foco de población que sufre también la explotación capitalista. Los problemas de la clase trabajadora nativa no los provoca la inmigración, sino que los provoca el sistema capitalista en sí. Estos grupúsculos fascistas también sirven al sistema capitalista a pie de calle como fuerza de choque contra las alternativas realmente revolucionarias. Así, vemos como son habituales las agresiones contra jóvenes de la izquierda revolucionaria.
Castilla obrera, fascistas fuera.
Contra la opresión capitalista, ¡no hay tregua!
0 comentarios:
Publicar un comentario